viernes, 17 de octubre de 2014

¿El Madrid de Franco?


Aznar era del Madrid… y Zapatero del Barça. ¿Y?

Más allá de que uno pudiese frecuentar el palco del Bernabéu sin más problemas, mientras que los asesores del otro le aconsejasen encarecidamente no dejarse ver por el Camp Nou (este es el país en el que nos toca vivir, de momento), no debería haber mayor problema en que cada uno sienta debilidad por los colores que le venga en gana.

Esta tontería viene a colación en referencia a la polémica emisión, por parte de TV3, del documental de Carles Torras, “El Madrid real. La llegenda negra de la glòria blanca”, en el que, a través del nieto del dictador, venía a confirmarse el madridismo de Franco.

El trabajo de Carles Torras hace un repaso a la relación del Real Madrid con el régimen franquista.

Aunque se hace un compendio que incluye las primeras cinco Copas de Europa o el irredento merengonismo de José Plaza, creo que lo que realmente tiene sustancia son los dos hechos que transformaron al Real Madrid de un buen equipo, de nivel medio, al considerado mejor equipo del siglo XX: la financiación pública, nunca reconocida, de la construcción del Santiago Bernabéu y el fichaje de Di Stéfano, hechos donde la intervención del régimen si fue clave y decisiva.

Que Franco fuese madridista me parece irrelevante, más allá de que el señor tenía afición por las quinielas y los árbitros lo sabían (en realidad, puede que no fuese tan extraño que acertase dos de catorce).

Que el Real Madrid, en cambio, ganase las cinco primeras Copas de Europa, tiene que ver con Franco muy tangencialmente, y eso es a lo que me quería referir en este artículo.

Santiago Bernabéu llega a la presidencia del Real Madrid en septiembre de 1943, justo después de la semifinal de Copa entre Real Madrid y Barcelona saldada con el escandaloso 11-1 de Chamartín. Lo hace con el beneplácito del régimen, lo cual, en aquellos momentos era inevitable (en el Real Madrid, en el F.C. Barcelona, y en cualquier otro club).

La llegada de Santiago Bernabéu, personaje muy cercano a la oligarquía franquista, al Real Madrid si es el hecho diferencial en la historia del club blanco. Es él quien concibe al Real Madrid como el equipo del régimen, y esa idea, recogida por el entorno de Franco, proyectará de forma innegable la importancia del Madrid.

Es cierto que, con Franco, se calificaron los terrenos de Les Corts (se tardarón nueve años, eso sí), o que Kubala fue nacionalizado por vía de urgencia (el Real Madrid también estaba interesado en el fichaje, no lo olvidemos), pero es evidente que en la coyuntura de aquella España, nada era posible sin el beneplácito del poder.

Todos los clubes debían convivir bajo el paraguas franquista, y en términos generales, la competición era bastante igualada (en las primeras veintidós ediciones de la Liga, hubo siete campeones distintos). Lo que ayudó definitivamente a que Franco se decidiese a proteger al Real Madrid, fue la capacidad de Bernabéu de “saber hacer las cosas”. Como dice el propio Agustí Montal en el documental de Carles Torras, “nosotros nunca hemos sabido hacerlo”, refiriéndose al trato con los estamentos federativos y arbitrales (con Núñez, el Barça mejoró mucho en ese aspecto… y con Laporta llegó al nivel de excelencia que se le supone a una institución como el F.C. Barcelona).

¿Por qué Franco vio en el Real Madrid de Santiago Bernabéu el instrumento perfecto para proyectar una imagen de España tanto en el interior como de puertas afuera?

Los dos grandes dominadores del fútbol español hasta mediados de los 50, el Athletic Club de Bilbao y el F.C. Barcelona, presentaban problemas a la hora de aglutinar intereses en la España franquista… Estaban, geográficamente, muy lejos del poder. En el Athletic de Bilbao, club tradicionalmente asociado al PNV, sólo jugaban vascos. En el F.C. Barcelona, en cambio, jugaban futbolistas de toda España… y Kubala. ¿Podía ser el Barça el equipo del régimen? Evidentemente no. No dejaba de ser un club catalán (con todo lo que eso comporta en España) y pese a las purgas, su imagen estaba indisolublemente asociada con el republicanismo catalán.

Santiago Bernabéu había hecho un gran esfuerzo para construir un estadio monumental en el que congregar a la creciente hinchada blanca, y de la mano de Raimundo Saporta, había apostado por la creación de una competición europea hecha a la medida de su Real Madrid, con la que contrarrestar los éxitos europeos del Barça de las Cinco Copas.

El Barça ya tenía a Kubala. ¿Qué pasaba si se juntaban Kubala y Di Stéfano? ¿Qué pasaría si ahora se juntasen Messi y Cristiano en el mismo equipo? Evidentemente, los esfuerzos llevados a cabo por Bernabéu habrían quedado, sino en nada, si en mucho menos.

Es ahí donde el franquismo se decide a actuar en favor del que mejor puede representarle y es ahí donde cambió la historia del Real Madrid y, por tanto, la del F.C. Barcelona.

Di Stéfano se va de Barcelona, llega a Madrid, y el Real Madrid gana seis Copas de Europa y 14 ligas desde entonces, 1953, hasta la muerte del dictador en 1975. Antes había ganado dos ligas en veinticinco años. En ese periodo de veintidós años, 1953-1975, el Barça gana tres (contando la de la temporada 1973-74, con la llegada de Cruyff).


Eso es lo importante. No parece tan difícil de aceptar. En cada época hay una realidad, y el Madrid de Bernabéu supo aprovechar, al máximo, esa realidad. Lo extraño es que los que se sulfuran ante documentales como el de Carles Torras (del que pocas cosas, o ninguna, pueden ser desmentidas), emitidos en una televisión pública, que pagan también los madridistas que viven en Catalunya, se niegan a reconocer lo evidente y exigen respeto para esos madridistas catalanes, mientras se dedican, día sí y día también, a faltar al respeto a los aficionados barcelonistas de toda España que, día sí y día también, se ven obligados a soportar la falta de respeto de las televisiones públicas que también ellos pagan y de las privadas que se financian gracias a las audiencias que, con esas faltas de respeto, consiguen personajes como Josep Pedrerol.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

El Barça y el derecho a decidir.


A muchos nos gustaría hablar de fútbol, pero resulta que no tenemos ni puñetera idea, y claro, cómo aún así el fútbol nos vuelve locos (¿el fútbol o nuestro equipo?), acabamos hablando de otra cosa… de clubes de fútbol, de colores.

Ah... los colores. Ahí entramos de lleno en el terreno de las filias y de las fobias, donde todo está permitido. Nos excitamos con las bondades de los nuestros y nos excitamos, aún más, con la tontería de los otros. Todo vale, o casi.

Podemos hablar de quien eyacula en el champú de quien, de quien despierta a más niños en coma o de quien llega más borracho a los entrenos, pero hay un tema que seguimos considerando de muy mal gusto: la política en el fútbol.

La política, sin embargo, es una realidad inherente al ser humano que determina el funcionamiento de la sociedad y por tanto, de cualquier actividad que tenga lugar en ella. Y a día de hoy, el fútbol, esa amalgama de negocio, espectáculo y pseudodeporte, es una actividad social de primer orden no ajena a intereses políticos.

Todo esto viene a cuento por la negativa de la actual junta directiva del F.C. Barcelona a adherirse al Pacte Nacional pel Dret a Decidir, pese a la petición explicita de una parte de sus socios.

La verdad es que, para que no haya dudas, yo soy un catalán enamorado de la España plural y progresista pero muy decepcionado por esa otra España, quizá no mayoritaria pero si dominante, que nunca me ha dejado ser español en la forma en que yo hubiese querido serlo. Esa decepción me llevó, hace ya muchos años, ha apoyar el ideal de una Catalunya independiente.

Lo digo porque, pese a mis ideas, había venido defendiendo que, en la coyuntura actual, de normalidad democrática, el Barça no tenía por qué implicarse en cuestiones políticas. Y con esa convicción, quería escribir unas líneas apoyando la postura neutra de la junta presidida por Bartomeu.

Para hacerlo, comencé a desgranar la vinculación del Barça con la sociedad civil catalana, su papel integrador y el significado del “més que un club”. Quería llegar a la conclusión de que la implicación del Barça con los movimientos autonomistas de principios del siglo XX, su enfrentamiento a la dictadura de Primo de Rivera, el asesinato de su presidente en los primeros días de la guerra civil y el papel de aglutinador del catalanismo al que se vió abocado durante la dictadura franquista, habían ayudado a forjar la personalidad de un club capaz de aunar el sentimiento de culés de todo el mundo, identificados con unos valores que trascendían la innata catalanidad del F.C. Barcelona.

Sin embargo, ese superficial repaso a la historia del Barça, no hizo otra cosa que revelarme la enorme contradicción que suponía querer despojar a este club del papel que le corresponde en la sociedad en la que le toca desenvolverse.

El Barça es ahora una marca global, si, pero ha llegado ser uno de los equipos con más seguidores en todo el mundo partiendo de unas señas de identidad creadas a partir de su catalanidad y de su catalanismo.

Cuando Catalunya vuelve a vivir un momento crucial de su historia, y cuando esa normalidad democrática que creíamos inamovible se tambalea, el F.C. Barcelona, respetando siempre las sensibilidades de todos sus seguidores, no puede desvincularse del sentimiento mayoritario de su masa social.

Así pues, por primera vez en mi vida, escribir me ha servido no para reafirmarme en una idea inicial, sino para todo lo contrario. Meditar sobre lo que significa para mí el club de mis entresijos me ha servido, por una vez, para cambiar de opinión. Siempre hay una primera vez.

Esta directiva se dejará llevar por los acontecimientos. Yo simplemente quiero decir que no estoy de acuerdo y que abogo porque el Barça se adhiera al Pacte Nacional pel Dret a Decidir.

Se admiten comentarios.


lunes, 1 de septiembre de 2014

Lo veo todo Cuadrado...


Uno no es más listo que nadie, ni siquiera se fija más… lo que vemos, lo que oímos, lo que leemos, está perfectamente planificado para que nos llegue tal y como nos llega. A partir de ahí, cada uno es muy libre de comprar, o no, la burra. Algunos no lo hacemos. Insisto, no por ser más listos, sino simplemente por estar más saturados.

La prensa deportiva española (y de momento, ahí hay que incluir a la mesetaria y a la periférica), está plegada a una serie de intereses económicos que hacen que la información como tal, haya desaparecido hace tiempo (si es que alguna vez estuvo realmente ahí) de los grandes altavoces mediáticos.

Algunos dirán que esa apreciación, opinión si se quiere, es, como casi todo en esta vida, interesada, y que podemos acceder, en tiempo real, a resultados, fichajes, declaraciones… a cualquier cosa que, en definitiva suceda en el mundo del deporte. Perdón, del fútbol. Es decir, podemos estar informados de todo lo que ocurre.

¿Significa realmente eso estar informados? Yo creo que no. Cuando me informan de que Falcao ha fichado por el Real Madrid y no recibo un desmentido hasta que llega cedido Chicharito, la sensación que me queda es la de una absoluta desinformación.

¿Eso ha pasado siempre? ¿El rumor interesado tapa la noticia? Probablemente.

Lo raro es que cuando Chicharito aterriza en Madrid, cuando Luis Suárez ha firmado su contrato, e incluso ha jugado un amistoso con el F.C. Barcelona, y cuando Radamel Falcao, a menos de doce horas para el cierre del mercado, jugará para el United según As, en el City según Mundo Deportivo, y no se sabe para quién según Marca y Sport, la “información” es que Florentino no ha querido ni a Suárez ni a Falcao para no estresar a Benzemá (Pedrerol dixit, te lo juro)… 

Claro. Y yo no soy el central del Barça porque prefiero seguir levantándome cada día a las siete para ir a trabajar a un polígono.

Eso, o es que lo veo todo Cuadrado.


viernes, 18 de julio de 2014

Una persona diferente...


Quimet Rifé debutó en el Barça como extremo con 22 años. A los 27 años pasó a ocupar la posición de volante. Los mejores años de su carrera, hasta los 34, los vivió como lateral derecho.

Toni Torres debutó en el Hércules, a los 20 años, como defensa central. Como defensa central se retiró en el Barça trece temporadas después, a los 33. Nunca cambió de posición.

Rifé y Torres fueron dos jugadores sobrios y eminentemente prácticos. Uno se vio obligado a adaptar su evolución física a las necesidades del equipo; el otro tuvo físico para mantenerse siempre en el eje de la defensa.

Leo Messi no es un jugador sobrio ni eminentemente práctico, porque Leo Messi es el mejor jugador de la historia.

Messi debutó a los 17 años y se hizo un hueco definitivo en el equipo a los 19, jugando escorado a la derecha de una delantera completada por Eto’o y Ronaldinho, donde encandiló hasta que la clarividencia de Pep Guardiola le otorgó, con 21, la libertad para moverse a su antojo por el centro del ataque blaugrana.

En estos seis años, Messi ha batido todos los registros anotadores de la historia del fútbol moderno y ha llevado al Barça a conquistar todos los títulos posibles.

En su peor temporada, la última, Leo ha tenido unos números inalcanzables para la inmensa mayoría de futbolistas de élite, aun habiendo estado inmerso en una serie de problemas personales y apartado, por lesión, dos meses de los terrenos de juego.

Ahora, a los 27 años, Messi es un jugador diferente del que Pep supo guiar hacia la excelencia. No es peor. Es diferente. Porque Leo es una persona diferente.

El equipo con el que alcanzó lo inalcanzable se ha desmoronado. Y aunque cabe la posibilidad de insistir en lo que se ha demostrado que ya no funciona, lo más inteligente parece optimizar los recursos de los que se dispone, o de los que se puede llegar a disponer.

Entre los que sueñan con el ocaso del jugador que más daño les ha hecho y los que creen que cualquier pero al mejor de todos los tiempos es un sacrilegio, existe un enorme espacio por recorrer para que, de la mano del mejor Messi, el Barça vuelva a ganar jugando bien. E incluso para que, con 31 años, Leo gane por fin su Mundial.

Ese espacio existe, aunque sea en una posición en la que la exigencia física no sea la misma.


viernes, 11 de julio de 2014

El Mundial del mejor de todos los tiempos.


La contienda Barça - Madrid, de carácter global en toda la extensión de la palabra, se prolonga más allá de la rivalidad estrictamente deportiva entre las dos entidades.

En los últimos tiempos, una de esas ramificaciones, quizá la de mayor impacto mediático, es la pugna entre Messi y Cristiano. Pugna que comienza en sus enfrentamientos directos en el cada vez mayor número de choques entre Barça y Madrid de cada año, y que continua con los registros personales obtenidos en cada una de las competiciones, con los títulos conseguidos cada temporada por sus respectivos equipos, con los galardones individuales conquistados, con las campañas publicitarias y de imagen desarrolladas para ellos y, como no, con los logros deportivos, o extradeportivos, alcanzados más allá del ámbito de los clubes que les pagan, es decir, de lo que hagan con Argentina y Portugal.

Pese al gran esfuerzo mediático en equiparar la figura de Cristiano a la de Messi, la opinión generalizada más allá del área de influencia de los medios deportivos de Madrid, coincide en la supremacía indiscutible de Lionel Messi en el fútbol de los últimos años.

Ante el carrusel de títulos individuales y colectivos acumulados por el astro argentino en los últimos tiempos, determinada prensa española ha adoptado a la Selección de Portugal como equipo de sus entresijos, buscando aumentar el bagaje positivo de Cristiano hasta donde sea posible.

Un buen ejemplo de ese apoyo se produjo durante la Eurocopa de Polonia y Ucrania de 2012, donde la eliminación de Cristiano sólo fue aceptada como un disgusto menor por producirse a manos de la Selección española. Y un ejemplo aún mejor fue la repesca ante Suecia para participar en el Mundial de Brasil 2014, en la que la retransmisión de la televisión pública española del partido de vuelta de esa eliminatoria estuvo muy cerca de hacerse directamente en portugués. En el Mundial de Brasil, Mediaset España sólo ha retransmitido en abierto todos los partidos de España y de Portugal.

La mala temporada de Messi, la consecución de la Copa del Rey y, sobre todo, de la tan ansiada décima Copa de Europa por parte del Real Madrid y de la Bota de Oro y del Balón de Oro por parte de Cristiano (con ampliación de plazo de votación y repechaje incluidos en el caso del Balón de Oro), tendrían que haber aliviado las ansias mediáticas de buscar la gloria eterna con su selección para el jugador portugués. De hecho, la triste participación de Cristiano en Brasil no ha dado para mucho más que para despacharla haciendo referencia a esa extraña lesión con la que ha ganado la Champions y a los diferentes peinados con los que nos ha obsequiado en sus anodinas apariciones durante la fase de grupos.

Sin embargo, la guerra mediática, lejos de apaciguarse ante el buen balance de Cristiano Ronaldo esta temporada, se ha ido recrudeciendo a medida que Leo Messi ha ido avanzando con Argentina en el Mundial hasta plantarse en la Final.

La enorme calidad de Messi como jugador, unida a un palmarés tan sólo compartido a nivel de club por alguno de sus compañeros en el F.C. Barcelona, y absolutamente incomparable a nivel individual, ha hecho que muchos crean que, a sus 27 años, Leo ya se ha convertido en el mejor jugador de todos los tiempos.

Esa afirmación, tan arriesgada en cuanto a la imposibilidad objetiva de comparar jugadores de diferentes épocas y distintas circunstancias, ha encontrado detractores incluso en Argentina, donde la figura de Maradona es más que idolatrada y donde, un Mundial juvenil y unos Juegos Olímpicos, no bastan para llenar el vacío de una Copa del Mundo. Es la ausencia de ese gran trofeo en su historial, a lo que se aferran los detractores de Leo.

Pelé ganó tres mundiales. Maradona conquistó el suyo... Poco importa que Cruyff fuese subcampeón y que Di Stéfano sólo fuese de visita al Mundial de Chile, donde no llegó a debutar con España por lesión. Poco importa que Maradona no ganase ninguna Copa de Europa o que a Pelé no se le pudiese examinar en ligas de mayor exigencia. Nada importa que Cristiano tenga algo más que difícil ganar nunca un Mundial.

Parece que, sin Mundial, será difícil que se consiga el consenso generalizado que eleve a Messi hasta el primer lugar en el imaginario ranking de los mejores de la historia del fútbol.

Y en su peor temporada, bajo de forma, con una Argentina en la que los mejores están lesionados y en la que los peores son mucho peores que algunos jugadores de Portugal, de Bélgica o de Croacia, Messi se ha plantado en la Final.

¿Y ahora qué? ¿Es necesario que en el año en que Cristiano gana un Balón de Oro, en que Cristiano consigue la Bota de Oro, en que Cristiano gana Copa y Décima, en que Cristiano consigue el Trofeo Di Stéfano del diario Marca... Messi gane una Copa del Mundo en Maracaná?

Posiblemente si sea necesario para hacer justicia con un rosarino de 27 años, que vive en Barcelona desde niño, pero a la caverna le supone un engorro que, precisamente este año, no necesitaba.

¿Cómo vamos a negar la evidencia si Messi gana el torneo más importante del mundo del fútbol? ¿Cómo vamos a seguir sosteniendo la comparación con Cristiano Ronaldo?

De momento, la pseudo prensa deportiva madrileña, poniendo la venda antes que la herida, ha comenzado por aclarar a quien le interese oírlo que los cuatro goles de Messi que han hecho pasar a Argentina como primera de grupo en la primera fase, las dos asistencias que la han ayudado a seguir avanzando y los cuatro MVP conseguidos por la Pulga, son mera anécdota ante la alarmante baja forma del crack y lo inocuo de su aportación en cuartos y semifinal. Si Argentina gana, será pese a Messi. Si Argentina pierde, será por culpa de Messi.

Esa historia ya la conocemos. No deja de formar parte de la mecánica de un entorno cargado de intereses. 

Jugando bien o mal, Messi puede no ganar el Mundial. Messi puede hacer el partido de su vida y llevar, él solo, a Argentina hacia la gloria... Y Messi puede jugar discretamente y ganar, con sus compañeros, un Mundial para Argentina 28 años después.

Le pese a quien le pese, la única realidad, sin embargo, es que juegue como juegue, si Leo Messi levanta la Copa del Mundo, éste será su Mundial, porqué le convertirá en el mejor jugador de todos los tiempos.

PD. La influencia que pueda tener que Messi gane o no gane el Mundial en el Barça es otra historia, de la que podemos hablar a partir del próximo lunes.


viernes, 23 de mayo de 2014

Lo hemos hecho muy mal...


Lo hemos hecho muy mal. Con un presidente comisionista, empeñado en destruir un equipo legendario con el único fin de cubrirse de oro vendiendo a sus figuras y comprando a sus sustitutos, huido inexplicablemente en el fragor de la batalla dejando en la poltrona a un títere sin legitimidad alguna y en el banquillo a un entrenador desconocido, incapacitado y obsoleto, además  de a un director técnico inepto, irresponsable y holgazán; con todo eso y con una prensa vendida a intereses espurios, programada para perpetuar la corrupción en la Junta directiva, embaucar a una masa social altamente maleable e iletrada y sobre todo, para forzar la venta de Messi, con todo eso… aún podemos sentirnos afortunados de que la FIFA no nos haya sancionado hasta el 2024.

Lo hemos hecho muy mal. Con un presidente acosado por una oposición salvajemente vengativa, limitado en la toma de decisiones deportivas por la cruel enfermedad de Tito Vilanova; que tuvo que recurrir, con la pretemporada ya en marcha, a un entrenador  disponible, sin ataduras contractuales y que lejos de ser apoyado, ha sido vilipendiado obcecadamente por un entorno cainita y autodestructivo; con un presidente hostigado por denuncias interesadas que no han hecho más que perjudicar al Club y forzar su dimisión; con jugadores perturbados por problemas extrafutbolísticos, por lesiones, por el inexorable paso del tiempo e incluso por la muerte del técnico con el que comenzaron la temporada, con todo eso… aún podemos sentirnos afortunados por haber dependido de nosotros mismos hasta el último instante en Liga y Copa.

Lo hemos hecho muy mal, porque lejos de entender que nadie es poseedor de la verdad absoluta, que a la mala gestión se han unido obstáculos cuasi insalvables, unos fruto de la adversidad, otros de un odio intestino y algunos de un odio “anónimo”, y que la institución debe primar, siempre, por encima de los intereses de unos u otros, lejos de todo eso, nos hemos empeñado en aferrarnos a nuestra realidad, tan deformada y tan incompleta.

No queda otra que confiar en una tregua con la que enfocar un futuro que ha de ser mejor… eso y ver este sábado la Final de la Champions por la tele.

lunes, 19 de mayo de 2014

Yo ya lo dije...


No se sentía ni mucho menos orgulloso de ello, pero él, a sus entrenadores, nunca les hizo ni puñetero caso.

Durante muchos años quiso convencerse a sí mismo de que, para orientar su carrera, debía equivocarse cuanto fuese posible para, así, aprender de sus errores. Como teoría funcionó mal. Visto con la perspectiva de los años, la verdad es que hubiese preferido chupar mucho menos banquillo.

Aunque sus entrenadores siempre le hablaron de esfuerzo, sacrificio, entrega, constancia... nunca le dieron el consejo que, de verdad, él hubiese necesitado. En ese aspecto, no podía arrepentirse de no haberles hecho caso.

Ese consejo, el que él nunca supo que tanto necesitaba recibir, era jugar a algo que realmente le hiciese feliz. Nunca se lo dieron... Tampoco supo adivinarlo.

Futbolísticamente eligió un camino que, más que una vía, era un atajo, atajo que nunca le condujo a la felicidad, por lo que la pasión de su vida se convirtió en un pozo de frustración y desengaño. Nunca supo exactamente a que estaba jugando ni porqué estaba jugando exactamente a eso.

En diferentes equipos trató con todo tipo de jugadores y técnicos que, ante su incompetencia conceptual, no le dieron bola. Ni dentro, ni fuera del terreno de juego. No era feliz. Para nada.

Pero todo cambió el día en que descubrió Twitter.

Le costó entender el funcionamiento de aquello, pero pronto descubrió que, sin tener ni puta idea de fútbol, podía pontificar sobre lo que a él le diese la gana. Ya nadie le exigía cualificación técnica para intervenir. Era uno más en un mundo para el que nadie se había preparado.

Al principio no consiguió ubicarse. Decía muchas cosas y le hacían poco caso. Algunos le criticaban, si. Incluso le insultaban. Pero importaba poco. Otros le reían las gracias y le daban la razón. Su ego se ponía tontorrón.

Decidió centrarse en la búsqueda de su lugar en ese mundo, ese mundo donde por fin intervenía en la jugada. Buscó su sitio en el mundo futbolero de Twitter. 

Y el climax lo alcanzó cuando se dio cuenta que no tenía más que alinearse a muerte con un grupo de opinión. Eso le bastaba para formar parte de pleno derecho de una comunidad de expertos. Nadie le pedía conocimientos. Nadie le requería una contribución teórica. Únicamente le exigían fidelidad. 

Fidelidad. Esa era la palabra. Ni siquiera fidelidad a unos colores... fidelidad a una forma de entender unos colores.

Daba lo mismo si el guión exigía menospreciar conceptos que a él incluso pudiesen parecerle respetables. Daba lo mismo tener que insultar a gente a la que él no conocía. La única premisa era ceñirse al discurso lineal de su propia mayoría, aunque su propia mayoría no fuese la mayoría. Lo demás no importaba.

Y es que lo importante, lo verdaderamente importante, era que por fin el fútbol le hacía feliz.

Además, para que su felicidad fuese completa, hubo quien le dijo: "yo ya lo dije".

jueves, 15 de mayo de 2014

Batallitas...

Época de comuniones. Las bodas, a partir del segundo plato del banquete, pueden llegar a tener cierta sustancia. Las comuniones no. Las comuniones son, indefectiblemente, un coñazo.

Las comuniones son de muy difícil digestión porque, más allá del rito y del azúcar, en ellas sueles coincidir con el inevitable e inaguantable cuñado, con crispadas señoras de mediana edad que no se han tomado la pastilla, e incluso con conocidos y saludados de distinto pelaje con los que no necesariamente tienes ganas de intercambiar tópicos y obviedades. 

Transitaba yo la otra tarde por una de esas comuniones de inexcusable cumplimiento cuando, de entre los concurrentes, surgió un amigo. Bien, más que un amigo, un antiguo compañero de farras y desmanes. Nos reconocimos de inmediato... "¿Cuanto hace que no nos vemos?" (el más obvio de los topicazos). Pues hacía exactamente treinta años que no nos veíamos. 

Treinta años puede parecer una magnitud como cualquier otra. En este caso, me impresionó en relación al tipo de experiencias que había compartido con el camarada en cuestión. No estamos hablando de juegos en el jardín de infancia, ni de gamberradas en el colegio... Hablamos de experiencias juveniles que, enfocadas bajo el prisma de los años, demuestran lo mayores que nos hemos hecho.

Si, es cierto que para decir que me he hecho muy mayor, no era necesario detallar los excitantes eventos a los que me invitan los sábados por la tarde. Pero el escenario me venía bien para explicar que, gente que hemos ido haciendo nuestras vidas, que hemos ido construyendo familias, que hemos intentando mantener puestos de trabajo, que nos hemos abierto perfiles en Facebook, en Linkedin, en Instagram, o que incluso tenemos una cuenta, o dos, en Twitter, que en definitiva somos capaces de vivir en el mundo de hoy aunque rondemos la cincuentena, comenzamos a saber de que iba la vida bastante antes de que Er1c, Sport Coach, e incluso el popular Media Coach, fuesen herramientas de uso obligado.

Es lógico que las pujantes nuevas generaciones (no sólo las del PP, Dios me libre), estén convencidas de que todo aquel al que se le ha ocurrido no ser un nativo digital, navega (no precisamente por Internet) y no tiene ni puñetera idea de como aplicar las nuevas tecnologías en su día a día.

Craso error. Las soluciones que se encierran en cualquier programa de gestión, ¡oh, sorpresa! proceden de los conocimientos desarrollados durante décadas por señores y señoras que, incluso, no llegaron a saber quien coño eran Steve Jobs o Bill Gates.. 

A algunos nos ha costado treinta años llegar a saber por donde van los tiros, pero ya es muy difícil que nos disparen por la espalda. Yo no podría trabajar sin mi ordenador ni mi móvil, pero, llamadme romántico, mantengo mi agenda. Cosas de la edad.


En esa agenda, llevo muchos años anotando minuciosamente las fechas en que debo mantener una reunión o, simplemente, los cumpleaños de alguno de los chavalines (todos muy jóvenes) que trabajan conmigo. La putada es que, antes de abrir la agenda, mi smartphone se encarga de recordarme cualquiera de esos acontecimientos. Pero que queréis que os diga, será que alguien tiene que seguir comprando agendas.

Los chavalines a los que me refiero, son jóvenes profesionales muy preparados, con los que he tenido la oportunidad de crear, desarrollar y compartir, a lo largo de estos años, equipos de trabajo de alto rendimiento.

Mi filosofía, probablemente muy anticuada, siempre ha sido la de confiar en la capacidad individual y en aprovechar los puntos fuertes de cada uno de ellos. A medio plazo, el que no sirve (o el que te engaña) es incapaz de mantener el ritmo. Los buenos, optimizan su rendimiento y se convierten en muy buenos.

Y es que un equipo comercial no está compuesto, evidentemente, por megacracks del deporte que ganan en un año lo que yo no ganaré en toda mi vida y que se trajinan a estrellas del pop o a supermodelos supermacizorras. Esa es la gran ventaja que tengo sobre el Tata Martino. Puedo confiar en el compromiso personal sin tener que sacar el látigo.

La otra gran ventaja es que yo he dispuesto de muchos años para formar el equipo que más se adaptaba a mis características. Con Gerardo Martino hemos comprado un parche al que le exigimos las prestaciones de un abrigo de visón. Es inevitable... gajes de tener uno de los empleos más codiciados del mundo del deporte (por el Tata lo digo, claro).

Y aunque  Martino no es el mejor entrenador del mundo y Martino no ha sacado el látigo, no creo que esos sean sus pecados capitales. Sus errores han sido otros.

Su primer gran error fue no enfrentarse a quien le contrató para exigir la plantilla que a él le convenía. Haber aterrizado con la pretemporada comenzada, haber tenido una exagerada sensación de interinidad y haber tenido la sensación de que trabajaba atenazado por premisas inamovibles no le han ayudado en ese aspecto.

Su segundo gran error fue no saber manejar a una prensa que, después de criticarle el traje del día de la presentación, el polo pistacho, el sobrepeso, la posesión ante el Rayo, el respeto a las esencias, vio en él a la víctima propiciatoria cuando los resultados le abandonaron. 

La prensa afín a la directiva ha visto en el Tata al responsable de los malos resultados (pudiendo ganar dos títulos), más allá de una nula planificación deportiva o de la nefasta gestión institucional.

El entorno virtual ha visto en el Tata a la personificación del rosellismo, del neo-rosellismo y del tribunerismo, más allá de las circunstancias y desgracias de toda índole y del apalancamiento general de una plantilla cansada de sí misma.

Ahora, a un partido de ganar o perder la Liga, el Tata Martino será el culpable de la derrota porque sus métodos son anticuados o será un mero espectador de una victoria que, pese a haber liderado más jornadas que nadie y pese a tener saldo favorable (si se gana el sábado) en los enfrentamientos con los dos finalistas de la Champions, no será merecida.

Seguro que tienen razón... pero a los que tenemos una edad, nos gusta contar batallitas.